El Dolor es temporal, el que abate el cuerpo, la mente y el alma.
Aunque parezca interminable, es solo pasajero.
Cuando este arrecia como las olas de un mar enfurecido, se siente pavor y después de su partida; ya emerge mitigado por el tiempo añorado.
Entonces viene el alivio, como espuma acariciadora, pero al trasmutarse, aparece como huella indeleble, y queda plasmado con una cicatriz imborrable.
Es esa marca un recuerdo del dolor fantasma.
Pero tendemos a borrar su memoria y a buscar la felicidad, como el marinero desesperado que ha perdido su ruta maritima y navega por mares inciertos, de rutas insospechadas.
Y de repente aparece en su horizonte una tierra firme deseada. Poniendo fin a su agonia y a sus temores de un final catastrofico, que parecia inevitable.
© All rights reserved Rigo Muniz