Los Castillos me fascinan. Y sobre todo el Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro, que inspira belleza e historia a la bahia de San Cristobal de la Habana, Cuba.
El Ingeniero Italiano Giovanni Battista Antonelli, lo diseñó antes de su edificación en 1589.
También es casi similar al Castillo de San Pedro de la Roca en Santiago de Cuba, hecho por el mismo arquitecto Italiano en 1638.
Ambos fueron hechos para proteger los puertos respectivos, de los ataques de Corsarios y Piratas.
En 1762 los Ingleses tomarón el Morro cuando atacarón a la Ciudad de la Habana y me imagino lo repararón durante su corta ocupación.
Me acuerdo una noche que estaba viendo una demostración de judo en el Hotel Sevilla, por la calle Trocadero y me emocionó mucho el cañonazo de las nueve.
No se si en el Universo de Paradiso por el escritor José Lezama Lima, hubó alguna influencia en su novela. El viviá por Trocadero a corta distancia del Hotel y Prado.
Me transporté a la época Colonial y vi a los soldados españoles convocar al cierre de la ciudad.
A esa distancia, me parecia inverósimil el ruido del cañonazo y de como el sonido que viaja a 340 metros por segundo y de su intensidad, adjunto a la amplitud del mismo, y que determina cuan agudo puede ser el mismo.
Las ondas del sonido son “tragadas” por edificios y el aire que lo transporta en ondas analogas.
En música el sonido del cañonazo sería el equivalente al de un bajo y no estridente como un baritóno. Eso se debe a la amalgama de tonos.
El sonido requiere moléculas a moleculas para transmitirse.
Imaginense los decibeles (db) de un cañon. No se cuanto seriá el del Castillo del Morro a ciencia cierta.
El del cañonazo de las nueve se escuchaba con eco.
¿ Se recuerdan?
Y no se si los leones de cañones derretidos del paseo del Prado (Jose Martí) son originales del Morro, o de la Punta, La Cabaña, o tal vez del Castillo de la Real Fuerza.
Me imagino que los que vivian en proximidad al mismo, no se percataban del mismo.
Desde Malecón y el Parque Maceo las parejas interrunpian el momento romantico, para escucharlo desde la distancia, y al unisono de la luz de la luna, acompañado a veces por la brisa marina acariciaba sus cuerpos, ajenos a esas sutilidades de la naturaleza.
El faro, guía de los barcos y embarcaciones, no se construyó hasta 1846. No era parte de ese castillo, me pareció siempre un poco anacronico y fuera de lugar.
En tiempos de la Colonia, anunciaba el cierre de las puertas de la ciudad que con sus murallas, protegian a los ciudadanos de la gran ciudad de San Crístobal.
Contrario al asalto lógico por mar, por parte de los Ingleses, bajo el comando de Lord Albermarle, estos desembarcaron por Cojímar, tierra de mi amigo Olmo y atacarón al Morro por tierra.
Luis Vicente de Velasco e Isla, lo defendió valerosamente y fue derrotado por los Britanicos.
Y después de la devolución de la Habana en 1763.
Fue que se inició el proyecto de fortificar mejor la ciudad, con la construcción del Castillo de la Cabaña.
Desde la batería de Velasco se ve muy bien Cojímar.
Hoy ese Castillo es patrimonio nacional y protegido por la Unesco.